Los medios de comunicación y el consumo de drogas.
Los medios de comunicación y el consumo de drogas.
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Uno de los elementos del gran fenómeno de la post-modernidad, es
el de los medios de comunicación.
Como en un inmenso video clip, noticias, telenovelas, programas
culturales, y de salud, cuadros cómicos y películas, se entremezclan con
mensajes y propagandas, en un indiscriminado espectáculo en el que un
pasivo receptor, sin ningún compromiso intelectual y ni siquiera, emotivo, se
convierte en un goloso consumidor de la gran verdad, la suprema
verdad, la verdad de la TV. Lo que no aparece en la pantalla de los
televisores, en los diarios, en las revistas, no existe.
Pero no es nuestro objetivo hacer una disección de este fenómeno,
sino reflexionar sobre la incidencia de los medios de comunicación en la
problemática de las drogas.
En primer lugar, debemos acotar que las noticias que aparecen en
estos medios, suelen ser descarnadas, tendenciosas y no profundizan los
verdaderos alcances del fenómeno de las adicciones.
Aparecen estadísticas de dudosa factura, y, por tanto, poco
confiables, con abultadas cifras que terminan paralizando a la población, como,
por ejemplo , cuando indiscriminadamente, se mezcla
drogadictos con probadores o consumidores eventuales o abusivos.
Por otra parte, estos mismos medios, cuando se refieren a las
drogas, lo hacen exclusivamente desde el punto de vista de las substancias
ilegales, mientras publicitan y alientan el consumo de tabaco y alcohol,
cuyos efectos nocivos y mortales son bien conocidos. Tampoco se refieren
a los miles de usuarios de psicofármacos. Es decir, que esta cultura legitima
ciertos usos, mientras prohíbe otros.
Constituye también una distorsión, el encadenado
droga-delincuencia. Frecuentemente se ha asociado el hecho delictivo al
consumo de drogas.. No todo adicto es un delincuente, de la misma manera que no
lo es un alcohólico. Pero sí, hay delincuentes que consumen alcohol o
abusan de las drogas para cometer sus delitos.
No menos distorsivo es considerar a la droga como un hábito de los
jóvenes.El consumo no es un hecho típico de la juventud, aunque el inicio pueda
darse en esta edad, o lo que es aún más grave, en la niñez.
No existe una edad en la que el consumo sea mayor, tampoco hay una
clase social más consumidora: en todos los tiempos, en distintos lugares y de
distinta manera, la gente ha intentado resolver su angustia y su frustración.
Pero también es cierto que los jóvenes, por el lugar que ocupan en
la sociedad, por las características de su edad, ya que se sienten
omnipotentes, son curiosos y transgresores, y por lo particular de esta
cultura, tienden a ser los típicos experimentadores,
convirtiéndose, luego, muchos de ellos, en adictos.
Por otra parte, la manipulación de los datos y las noticias, lleva
a no dimensionar realmente, la magnitud del problema, ya que sólo se apunta al
control de la demanda, a la prohibición de la oferta, a la culpabilización de
la familia, a la creación de chivos expiatorios y a la
realización de costosísimas campañas de dudosos resultados y que muchas
veces terminan provocando el efecto contrario.
El tratamiento abultado y distorsivo de la noticia sobre la
criminalidad, la violencia, la corrupción, la droga, sin un adecuado
tratamiento sobre la misma, suele provocar, sobre todo en niños y jóvenes, una
respuesta desajustada.
El tremendismo de las noticias, los titulares exacerbantes, el
falseamiento de los datos, crean un miedo difuso y paralizante en los padres y
educadores, mientras que en los adolescentes despiertan curiosidad y en la
población en general, una concepción mítica y equivocada del fenómeno.
La platea ve la problemática desde la lente del cronista, del
comunicador o del funcionario. Los medios de comunicación actúan sobre la
opinión pública como conformadores de conciencias, como orientadores de
conductas, pero en esta tarea, también pueden convertirse en deformadores de la
sociedad. A menudo, desde ellos, se remacha, justifica o legitima prejuicios o
realidades culturales que nos son ajenas o responden a intereses muy
particulares.
Y no nos estamos refiriendo aquí, a los medios sensacionalistas,
porque éstos, terminan afectando, también, a los otros medios “serios”, ya que
todos los medios constituyen un sistema integrado, en el que ganarán la batalla
del espacio, aquellas noticias que presentan mayor espectacularidad o aviven
las mayores emociones.
No creemos, por otra parte, que los medios de comunicación masiva
puedan servir para una buena campaña de prevención, sobre todo si ésta se basa
en
la prohibición, en el “no lo hagas”, en “la droga es basura”, “la
droga es un viaje de ida”, y otras del estilo. Esto no está dando resultado.
El poner a uno de sobre aviso, el impedir que uno de un mal paso
con un “NO”, es efectivo cuando este aviso llega a una persona o a un grupo que
teme un mal paso. Si alguien me previene de apoyarme en un objeto
recién pintado, de bañarme en un curso de agua contaminado, de una posible
infección, del cólera, del HIV, de un animal peligroso suelto, este aviso me
sirve y me ayuda, debido a que no quiero sufrir las consecuencias de un
descuido. Pero esto no funciona cuando se trata de las drogas. Para el que
busca consumir drogas, éstas se le presentan como algo agradable, necesario,
como una forma mágica de resolver un malestar, y por tanto, no hará caso al “no
lo hagas”, pues no haciéndolo, no resuelve su problema, y si lo hace, aunque
sea momentáneamente, se ve compensado.
Las drogas no hacen bien, pero sin ellas, el adicto tampoco estará
bien.
La prevención de las drogas, no es el discurso de la prevención.
Prevenir no es impactar con imágenes impresionantes a un nivel de
personas que jamás consumirán drogas, mientras que a aquellos que consumen o
consumirán, este mismo mensaje, será totalmente ineficaz.
La información a través de los medios de comunicación sólo será
válida, si
ésta, está enmarcada en un proceso de prevención que comprometa a
toda la comunidad.
Las campañas no sirven. Sólo sirven los programas que tiendan a
modificar las conductas de una población. Esto no se hace con la
descripción de las calamidades que la droga, el alcohol y el tabaco producen.
Los comunicadores sociales deben tender a dar mensajes positivos, que
lleven a una comunidad a preocuparse por sus valores, por su cultura, por sus
necesidades, a hacer que la gente desee ser feliz, busque sus propios
recursos para alcanzar esta felicidad y pida ayuda cuando lo necesite.
Una persona no llegará a ser adicta, alcohólica, delincuente,
suicida o loca,
porque alguien le sugiera que no lo sea: no lo será, si crece
feliz, contenida
y realizándose en su área social, cultural, laboral y sobre todo,
personal.
Los medios deben entenderlo: no es la droga lo que importa. Lo
importante siempre es la gente. Aún, más importante que la noticia, más
importante que el rating.